Subida del cementerio. Jueves tres de junio. Una y treinta de la tarde. Sus rostros tienen el rostro de los vencedores de la más singular batalla. En sus jubilosos brazos llevan capturada a Niké, la diosa Victoria, y están decididos a cortarle las alas –pues aseguran que así ya no volará más ni los abandonará jamás–. Sus arengas se elevan al cielo de Akunta, inspiradas desde lo alto por la sabia y guerrera Atenea.
¡Es la hora de la restauración!
Tres horas y media antes, se había iniciado la guerra contra la incultura, tomando el parque de la cultura; y no habiendo mayor resistencia en este lugar, la mira continuó entonces a la plaza principal, la misma que igualmente fue tomada por asalto, arrasándose de inmediato con todo vestigio de inmundicia e iniquidad. La plebe muy confundida no atinó a una respuesta concreta. Muchos alcanzaron a huir, algunos se rindieron inermes y otros se unieron a la causa vivando a los conquistadores.
¡La plaza es de la revolución!
El golpe ha sido preciso y certero, diríase que cual embate del mítico Pachacuti, y es más hasta esperado y loado por buena parte de la población, que amén de rendirse, gustosa se entrega a la Revolución.
La gesta la lidera una mujer rebelde y vanguardista, muy convencida de la nueva filosofía que ha insuflado en poco tiempo en sus dirigidos, quienes no cesan de arengar, de vivar, de convencer con tal fuerza y energía que nuevos tiempos han llegado:
“Demuestra tu cultura, separa la basura”
“Gente instruida, al árbol siempre cuida”
“Un árbol con amor, siembra por favor”
“Gota a gota, el agua se agota”.
¡Es la hora de despertar! ¡Es la hora de la acción!
Gloriosos plantan el cetro e izan la verde bandera de la Nueva Revolución, dejando lugartenientes incluso entre sus propios muy convencidos. Y así los vencedores continúan su marcha en busca de conquistar nuevos territorios entre el júbilo y el aplauso de los cientos de caminantes.
La nueva consigna es sembrar la mayor cantidad de cetros, que, aunque no tienen precisamente el color dorado, sí estamos seguros perpetuarán la memoria de este día que las próximas generaciones respetarán e imitarán.
El embate ha sido rápido y decisivo, que no dio tiempo sino a la sumisión y aceptación. En pocas horas, la nueva revolución ha cautivado conciencias más que corazones.
Y los recios guerreros vuelven a su cuartel general con mayor ímpetu que con el que partieron, cantando a voz en cuello:
“61, siempre adelante
tus viejas aulas marcharán
61, con tu prestigio
por donde quiera brillarás.”
Que allí donde fueron desterrados los viejos jardines y la vieja palmera y el viejo y añorado pórtico del viejo 61, estamos seguros hoy volverán junto con las golondrinas viejos pero renovados tiempos.
¡Ha llegado la hora de la recuperación!
*Homenaje a los Montañitas del 61, liderados por María Mélida.