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Aurora

By 27 de Julio de 2011Narrativa

Un buen fin de semana sin querer viví una historia maravillosa que de pronto me animé a escribirla en esta hoja de papel. Como mi trabajo de periodista  me  permite conocer muchas experiencias, esta vez realizamos un viaje que había estado postergado, y cuya finalidad era realizar un reportaje sobre la convivencia y trabajo de los campesinos, pero terminé por escribir este ejemplo de vida.

Justo ese día me sentía un poco fatigada por el aburrimiento, pero como no faltan esos buenos amigos que siempre están allí y te animan a seguir adelante y te dicen que la vida continúa, decidí ir de campo con ellos y disfrutar de lo que la naturaleza nos ofrece.

Ya en la media mañana, acompañados de los rayos del sol, caminábamos por entre piedras filosas observando los paisajes verdes y preciosos que Dios puso en nuestra madre tierra, cuando de pronto caí en una de ellas lastimándome la rodilla con una herida profunda; el dolor era insoportable, mas de inmediato caminamos hacia una casita, la más cercana, que a propósito era muy humilde. Fue pura coincidencia, el destino o una señal del cielo, lo cierto es que conocimos a una familia muy linda que como me explico y narraré en seguida con su propio esfuerzo salió adelante; pero no era una familia como siempre se pinta (mamá, papá e hijos), para nada, esta vez era una mujer con dos de sus pequeños, hasta ese momento creí que faltaba una pieza y la más importante.

La mujer de unos veintisiete años, apariencia muy joven, con trenzas gruesas, cabello negro y la frente muy en alto, en ese momento se mostraba fuerte como un roble; pero algo en mí decía que no estaba bien, entonces vi su mirada, mirada que no podía ocultarla, pues la llevaba tan triste como cuando la noche de pronto cae y la luna busca como compañía a las estrellas; ella, muy amable por cierto, nos invitó a sentarnos en un banco de madera que aguardaba en su patio.

De pronto aparecieron dos pequeños muy sonrientes y con la mirada inocente, el primero de siete años y una dulce criatura de dos, quien fue la que más cautivó a todo el grupo, debido a su tierna sonrisa, además llevaba entre sus manos una muñeca de trapo hecha por su madre y entre sus cabellos algunos ganchos rosados que hacían juego con sus aretes. Al mayor se le veía un poco más maduro, a su edad ya sabía lo que es trabajo de campo, en sus ojos se reflejaba el sufrimiento y todo lo que la vida le iba enseñando cada día.

Quizás alguno de mis amigos pensó que en algún momento iba a aparecer el padre de los pequeños, mientras tanto ya había pasado casi una hora y el dolor de mi rodilla era un poco menos por la receta casera que ella preparó y me había aplicado. Entonces a uno de ellos se le ocurrió preguntar por el padre de los niños, quien a lo mejor hacía alguna labor de campo o estaba lejos trabajando para poder mantener a su familia como era lógico. La mujer pidió al mayor de sus hijos llevar a su hermanita a jugar a otro lado, y así fue; luego ella no pudo contener el llanto que guardaba hace mucho tiempo, decía que no solía confiar o quejarse con nadie, pero que entonces necesitaba ser escuchada no importa por extraños, así que en ese momento dejamos de ser extraños y nos convertimos en sus mejores amigos por un instante y nos solidarizamos en escucharla. Al compartir su sufrimiento ya no me importó el dolor de mi rodilla, sentí que esa herida puede curarse y cerrar muy pronto, pero la herida que ella llevaba en el alma era tan profunda que tal vez sólo el tiempo la borraría, que el alcohol y algunas pastillas no eran suficientes y no podían curarla del todo y si algún día lo harían la cicatriz siempre estaría allí.

Sus lágrimas fueron suficientes para dejar notar su sufrimiento, sus manos estaban maltratadas por el tiempo y trabajo que realizaba para poder comprar ropa y juguetes a sus pequeños. Mientras ella hablaba la miraba fijamente, entonces vi el interior de su ser, noté que llevaba un alma y escudo de acero para protegerse y proteger a los suyos de las adversidades y los tiempos difíciles, suficiente argumento para llamarla AURORA, porque tenía la esperanza que el mañana sería mejor y que esta pesadilla acabaría algún día.

Aurora contó que un año y medio atrás el padre de los pequeños, quien por cierto no es merecedor de esa palabra, les dejó en el abandono y como en la mayoría de casos se olvidó de su familia por irse con otro compromiso, dejando lo más preciado de la vida, sus joyas, para ir en busca de carbón; y como que hoy en pleno siglo veintiuno, pues para la mayoría eso está bien o es normal y sólo hay que acostumbrarse. Desde entonces Aurora ha pasado por muchas cosas: sufriendo, llorando y en su soledad preguntándose porqué le pasó ésto a ella y hasta diciéndose en cierto momento que Dios la había abandonado; pero nunca fue así. Yo le dije que Él nunca sería capaz de algo así, Él nunca nos soltaría de la mano, que si bien es cierto Dios aprieta pero no ahorca, Él nunca se olvida de sus hijos, le dije que algún día vendría la felicidad para ella, sólo habría que esperar a que la tormenta pase.

Aurora con lágrimas en los ojos contó todo lo que pasó,  muchas veces se avergonzó sólo por ver a sus hijos con una sonrisa en los labios, como madre más de una vez no comió por ver a sus hijos contentos, cuántas noches no durmió por curar sus fiebres, pero nunca dejó notar en ellos su tristeza, por el contrario les llenaba de muchos besos y abrazos, los mismos que algún día cuando crezcan le serán devueltos y la satisfacción de ella será infinita al haber logrado sacar adelante a su familia sola.

El mayor conoció a su padre y tiene las cosas claras, guarda la esperanza de algún día volver a verlo, pero no para darle un abrazo, sino para demostrarle que su madre le enseñó muchas cosas, le dio el mejor ejemplo y la mejor educación, tiempo en que será muy tarde para recuperar el amor de hijo. La pequeña no conoce a su padre, ya que lo dejó cuando tenía apenas seis meses de nacida, ahora ya de dos años sólo menciona la palabra mamá, porque no sabe lo que es tener un papá que los pueda proteger, a AURORA no le da miedo enfrentarse a muchas cosas cuando ella crezca, tiene las suficientes fuerzas para luchar y hacer que los demás no se burlen de su pequeña.

Aurora cada domingo baja a la ciudad a vender los productos que cosecha durante la semana para llevar la subsistencia a los amores de su vida, sus hijos. Ahora ella trabaja sola sin apoyo de nadie, pese a las limitaciones ella sigue adelante, no le importa los obstáculos porque es una gran madre y mujer. Está más que segura que ya no necesita el apoyo de aquel en quien algún día pensó sería el amor de su vida y fiel protector. Ahora ella sólo espera la justicia del cielo, aquella que en la tierra nunca encontró debido a la desigualdad e injusticia que existe actualmente. Ella ahora se siente orgullosa de lo que hizo y hace, pues asegura que no olvidará los primeros pasos de sus hijos o sus primeras palabras, momentos inolvidables que hoy son en el motor de su vida.

Así que ese día mis amigos y yo decidimos pasarlo con Aurora y los pequeños, jugando fulbito, vóley y de todo un poco; luego tomamos un descanso para sacar de nuestras mochilas algunas frutas, galletas, entre otras cosas que habíamos comprado para acompañar la caminata. Realmente fue increíble compartir ese día con ellos.

Al caer la tarde, el sol iba ocultándose, el cielo oscureciendo y la lluvia  aproximándose, era la hora de despedirnos, aunque yo ya me había acostumbrado con la pequeña de dos años, quien tenía una linda sonrisa y su nombre Esperanza hacía honor a su ternura. Aurora nos agradeció por haberla escuchado y acompañado durante ese día; así que nos despedimos de ellos un poco tristes claro, pero igual teníamos que continuar con nuestro rumbo mientras ellos seguían el suyo; por supuesto le agradecí por el regazo que nos dio a todos y por la receta que fue muy efectiva, de verdad que el dolor de mi rodilla desapareció por completo y logré llegar caminando a la ciudad como si nada hubiese pasado.

Aquel día aprendí muchas cosas, conocí a una verdadera guerrera de la vida, luchadora, y sobre todo que nunca perdió ni perderá la FE.

Esa es una verdadera historia de amor, puro y sincero, felicidad construida en base a esfuerzo y sacrificio; muchos aún piensan que amor es sólo sentir algo por el sexo opuesto, lo que está comprobado que es totalmente falso. Es cierto que tenemos una media naranja, que alguien nos está esperando o que Dios nos tiene preparado en el camino un compañero o compañera, pero no podemos construir felicidad en base a mentiras y destruir sonrisas inocentes que están en todo el derecho de ser protegidas y queridas por sus padres.

Es más, luego de haber escuchado la historia de Aurora, mis amigos y yo nos quedamos tan indignados, porque Aurora, como yo la llamo, no es la única mujer a la que alguna vez destruyeron el sueño de tener una verdadera  familia. Aún recuerdo la imagen de mi abuelo compartiendo historias o cuentos de esos que suelen dar miedo y nos escondíamos debajo de la cama, o a la abuela renegando cuándo no le hacíamos caso por jugar y trepar entre los árboles del campo; extraño esos momentos de niña en que sólo me importaba jugar, pues sabía que si caía mis padres estarían allí para curar mi herida.

Se me destroza el corazón ver tantos niños como Esperanza, por culpa de hombres irresponsables, inconscientes y que se dejan llevar por sus caprichos, no se dan cuenta que son unos tontos, porque  el tener una familia es más que tener dinero guardado en un banco, y es más precioso que las perlas; pero lo que no saben es que Dios tiene horror a los tontos y a la gente sin conciencia.

Finalmente uno aprende a ser fuerte, a seguir adelante pese a las dificultades. No hay duda que en el camino encontramos piedras, nos tropezamos, muchas veces caemos, nos herimos; pero hay que saber levantarnos para observar lo andado y continuar con más cuidado y tratar de no caer más. Así como Aurora cada uno es protagonista de su propia historia, uno hace su propio destino; sólo Dios sabe cuándo nos saca del guión en el que vamos actuando.

Amor es sacrificio, pocos entienden eso. Ahora, yo me pregunto, cómo alguien puede amar a otra persona sino se ama a sí mismo o no puede amar a sus hijos y menos sabe lo que es amar a Dios. Pero como la hipocresía ronda este mundo, eso qué importa, se hacen pasar por eternos románticos, no dándose cuenta que su corazón está manchado de envidia y egoísmo. Pasan sus horas felices al lado de personas egoístas tan iguales a ellos, que poco les interesa el verdadero amor, mientras sus retoños les buscan incansablemente para tomarles de la mano y aprender a caminar.

Espero que compartir esta historia sirva de mucho a todas esas mujeres que sacan adelante su hogar sin ayuda de nadie, sea una fuerza motivadora y nunca se caigan o se amilanen  por los problemas cotidianos que con entereza sabremos sobrellevar.

Hasta la próxima.

Lulú

 “Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando”

 

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