Hubo un tiempo en que los miembros de una jauría de lobos se hicieron la guerra. Sucedió que habían aumentado tanto en número que exterminaron por completo a las demás criaturas del bosque. Inducidos por su licantrópico hambre se mordían unos a otros y se sangraban en su afán por devorarse.
En medio de aquella disputa gruñó con ronca voz el lobo dominante: ¡ALTO, ALTO! ¡YA BASTA! y luego de emitir un aullido que rasgó el pelambre de la noche, ordenó: ¡SIGANME LOS FUERTES! quienes así lo hicieron hasta una oscura caverna existente al otro lado del bosque.
¡ESTA SITUACIÓN NO PUEDE CONTINUAR ASÍ! resonó tajante la voz del macho dominante ¡SI QUEREMOS SOBREVIVIR TENEMOS QUE HACER ALGO, CASO CONTRARIO PONDREMOS EN RIESGO NUESTRA PROPIA EXISTENCIA!
Luego de huesudas deliberaciones y agotado el punto de agenda, el lobo que hacía de Secretario leyó el manuscrito en el que constaban lo que consideraban sus salomónicos e inapelables acuerdos: ¡SILENCIO POR FAVOR, SILENCIO!, esta Magna Asamblea ha arribado por unanimidad y sin titubeos a los acuerdos siguientes:
PRIMERO.- ¡TRASTOCAREMOS LA LEYES DE LA NATURALEZA!, a lo que todos se miraron intrigados y callaron un instante: ¡DEVORAREMOS A LOS LOBOS MÁS DÉBILES! continuó el Secretario y todos los presentes aullaron al unísono, meneando las colas, relamiéndose las fauces. Uno de los que estaban presentes, sin pedir el uso del ladrido, agregó entusiasmado y diligente: ¡CONSERVEMOS A LAS HEMBRAS Y ASÍ REPRODUCIREMOS LA CENA! ¡SABIA IDEA!, comentaron alborozados los demás asistentes.
SEGUNDO.- Para que no sintamos remordimiento o cargo de conciencia por lo que haremos y no nos aniquilen por perversos ¡EDUCAREMOS A SUS CRÍAS DE TAL MANERA QUE CREAN QUE SON OVEJAS!; y
TERCERO.- Para que nadie nos castigue en este Mundo por malos ¡NOS DAREMOS EL DIOS QUE AÚN NO TENEMOS, EN CUYA POTESTAD DEJAREMOS EL JUICIO FINAL PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS Y LA GLORIA ETERNA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS¡ ¡ASÍ SEA!, contestó la jauría en pleno, quienes con el fétido vaho de sus hocicos suscribieron el acuerdo en el nubloso papiro del cielo.
Habiendo terminado el acto, los fuertes lobos decidieron retornar a su madriguera, relamiéndose las fauces, fulgurando estrellas en sus ojos infernales, tirando hacia atrás las aguzadas y filosas orejas, erizando las cerdas de la testa, para ejecutar su macabro designio. Pero grande fue su sorpresa.
Al retornar al otro lado del bosque se encontraron frente a frente con millares de lobos quienes férreamente organizados los miraban amenazantes con OJOS DE PASTORES. ¡EL PODER NACE DEL COLMILLO! era su lema, ¡VENCER O MORIR! su consigna. Lo que sucedió después, ya no lo cuento, porque como bien saben aquella sangrienta y fratricida batalla continúa hasta nuestros días.