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El Tragadero

By 28 de mayo de 2015Narrativa4 min read

Tragadero de La Palma - 03

Siempre que nos ocupamos de Tacabamba, tenemos que resaltar su belleza natural, donde viven mujeres bonitas como las flores de sus jardines y hombres amables y laboriosos que se complacen en saludar brindar atenciones a quienes los visitan.

Dentro de las fiestas importantes que celebran los pueblos cajamarquinos en el norte del país, figuran la que se realiza en homenaje al Señor de la Misericordia, patrón del centenario distrito que tiene su día central el 14 de setiembre, caracterizada por el reencuentro familiar, solemnes procesiones acompañadas por sus santos varones, bailes y noches de pirotecnia. Las peleas de gallos, presentación de caballos de paso son otros de sus atractivos, sin que falten las corridas de toros que se realizan en su moderna plaza.

Años atrás, el viaje de Chota a Tacabamba se hacía a pie, o utilizando cabalgaduras por caminos de herradura peligrosos y accidentados. Es de advertir que recién el 11 de setiembre de 1965 llegaron los primeros carros a Tacabamba, causando gran alborozo en la ciudad y el campo.

Antes de la fecha indicada los tacabambinos que estudiaban en el centenario colegio “San Juan” de Chota, aprovechaban cualquier fiesta o fin de semana para darse un saltito a su pueblo y reunirse con sus seres queridos. El entusiasmo era tan grande que salían corriendo entre gallos y medianoche, incluso vistiendo el uniforme sanjuanista. ¡Qué bárbaros para caminar! El viaje lo hacían en patota o acompañados por amigos que eran invitados, recorriendo hasta siete horas de camino.

En la fiesta del Señor de la Misericordia, casi todos los estudiantes se “barrían” a su tierra y el estricto regente sanjuanista Antenor Tantaleán, que conocía el motivo les perdonaba faltas y tardanzas.

Para agradarlo al regreso le traían sus “rallaos”, limas y no faltaba alguien que le obsequiaba un gallo de pelea conociendo la afición del desaparecido y recordado regente.

Por su parte el regreso lo hacían montando briosos caballos y con las alforjas llenas de frutas, dulces lugareños y las “secreteras” llenas de chivilines que les servía para solucionar compromisos estudiantiles.

Durante la larga caminata había que sortear ríos, quebradas y hasta soportar lluvias torrenciales en medio de relámpagos y truenos. El “atolladero” de los caminos y las graditas que hacían las acémilas al subir y bajar con sus pósitos de agua dificultaban más el viaje.

Tragadero de La Palma - 02

La montaña de la Palma era temida por colegiales, arrieros y tanta gente pasaba por allí. Cuando llovía daba miedo v toda la zona se oscurecía. El silencio sepulcral sólo se interrumpía por el canto de un ave extraña, poniendo los pelos de punta. En estas circunstancias había que acelerar la marcha porque a un costado del camino se encuentra el temible “tragadero”, alrededor del cual todavía se cuentan pasajes escalofriantes “Achichín”, se decía que por allí los abigeos y bandoleros los “pishtaban” a uno, sólo por el fiambre “shuldún” lo arrojaban al boquerón y ni de “vainas” se volvía a saber más de él.

Tragadero de La Palma - 01

En alguna oportunidad conocimos esa rareza de la naturaleza y la curiosidad nos hizo arrojar piedras y la verdad que no se escuchaba ningún ruido a su caída.

Conforme han transcurrido los años la carretera y el movimiento diario de vehículos ha superado los ajetreos del viaje de tiempos ya pasados. Nosotros a través de esta nota, evocamos el recuerdo de momentos estudiantiles como seguramente lo hacen los sanjuanistas tacabambinos de entonces y para quienes va nuestro saludo y recordación, así como al pintoresco pueblo tacabambino que acaba de celebrar con éxito su fiesta patronal.


* Artículo extraído del blog de Pepe Villanueva

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