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Poesía

Emboscada

By 21 de septiembre de 2015No Comments2 min read

 

Vestida de oscuro plumaje ululó la noche

la niebla pasó silente con vuelo de lechuza

en la loma se apretujaban de frío los queñuales

y en la pampa tiritaban los tréboles y las piedras.


A lo lejos los perros ladraban y aullaban dando alerta

¿Acaso el Mog-mog, la muerte que azota o la Wicapa?

¡No! ¡De seguro otra vez los malditos abigeos infernales!

Se dijeron los ronderos chacchando mística la coca.


¡Es en la choza del Venshe! y rapidito acudieron

cual furioso llonque que baja cauterizando la garganta

su valentía abrevó un poco más en la quebrada

sus corazones a trote en la subida de recuerdos.


Atrás dejaron sus avemarías y cholitos aguaitando

y ya estaban llegando aquishito nomás a la explanada

trasminando su ser olor de yerba y tierra cultivada

y se apostaron sigilosos en la pirca como cactus.


Las groseras sombras pasaban la montaña y golpeaban

los niños lloraban temerosos, la mujer imploraba de rodillas

¡Bam! advirtió el viejo máuser contra nada

y contestó certera como eco la metralla.


¡Eran “Águilas Negras” en represión inmotivada!


Los ronderos cayeron al otro lado del monte,

en el puquial de sus ojos también murió el cielo

acribillado por ráfagas de aerolitos y estrellas.

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