El sol va borrando sombras
con su bruñido esplendor,
cudas y duendes malignos
se esfuman con el albor;
las flores y las verdanas
van aromando las penas,
unas mustias, otras bellas,
cual los sones de las quenas.
El “Alejo” está muy triste,
desfoga su queja en canto,
a su corazón le oprime
bejucos de pena y llanto;
acongojado, cabizbajo,
trabaja desganau su chacra,
los camellones de los surcos
parecen tumbas sin marcas;
los espigados maizales,
con triste quietud en duelos;
el batán hoy ya no suena,
en el fogón ya no hay fuego.
Dicen, que la china Lucinda
se ha juido disqué anoche
con el cholo de don Benicio
disqué lua llevau pa’ Moche;
él es andante y costeño,
rodante y palanganoso,
de casaca y lentes negros
y con radio bajo el brazo.
El “Alejo” está triste,
su alma igual que el yelo,
está chulco su carácter
con amargo desconsuelo;
espinas de rojo fuego
lastiman a su corazón,
al recordar a su china
a la que tanto él amó.
Desde muy niños, andaban
pastando a sus ovejas,
y las garras de los vientos
arrancaban sus tristezas;
ella, hilaba sus sueños
con los guangos de neblinas,
él, aporcaba suspiros
aguaitando a su china.
La “Lushe”, era maltona,
su carne, ardiente fuego,
perturbaban a sus senos
el deseo de que lo amen;
pensaba en el potro bayo,
en su “Choco”, hermoso perro,
pero en lo que más pensaba,
fue en el “Rude”, cholo bueno;
es que era palanganoso,
con fino y blanco sombrero,
fuerte y bravo como toro,
golía a romero tierno.
Un día, el “Rude” le dijo:
“Lushita”, tú eres mi amor
y si tú también me quieres
juntos juyamos hoy los dos;
te llevaré a la costa,
a la hacienda de Tumán,
trabajaré en el corte
y tú la comida harás.
Yo, a la costa no me voy,
dijo la china Lucinda;
“amí, mihace mal el carro
y dejuro que mi taita
nos sigue hasta pescarnos”;
pero el cholo insistió
para que huyeran los dos,
cualquier lugar era bueno
para que vivan su amor.
Como sea nos iremos
por Quidén a la “montaña”
a la “banda” llegaremos
a comer la miel de caña,
subiremos por el Luengo
después a la Puentecilla,
bajaremos en la tarde
puel lau de la Culebrilla;
ahí pediremos posada,
descansaremos un día,
al brincar el Uragache
seguiremos nuestra huída;
cuando lleguemos al Temple
bajando puel Infiernillo,
cruzaremos el Marañón
por el puerto Trapichillo;
nos iremos a Collonce
por el Quishpe u Ocallí;
puaray ya vive mi primo
sembrando café y maní;
yo recogeré cafés
y tu cavarás mandiocas,
después lo cocinaremos
igual que mashuas u ocas.
Algún día volveremos,
tus taitas nos perdonarán,
del dolor que les causamos
hoy por nuestra felicidad;
pero esto no sucedió,
todo se fue con el viento,
es que otro cholo vino
y se la llevó al momento.
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