ESTALLIDO DE LA REVOLUCIÓN Y LA TOMA DE CHOTA
El movimiento se estaba preparando adecuadamente, para eso había venido el deportado teniente Barreda desde Quito para no despertar sospechas, figuraba como –Pedro Moya- mayordomo de la hacienda Silugán, propiedad de Segundo Benel, (hijo de Eleodoro). Este mayordomo, además de aconsejar a los colonos mejorar la agricultura, indagaba por las distancias, estudiaba los accidentes del terreno, se desplazaba por muchos lugares, etc.
Más tarde fue enviado el joven Tomás Castañeda hasta la frontera del ecuador (en Ayabaca) para traer al coronel Alcázar y al doctor Osores, quien venía disfrazado de sacerdote. Después de algunos días de descanso en Silugán (distrito de Callayuc), llegaron a la hacienda La Samana.
En tales circunstancias saben que el gobierno de Leguía a través de su servicio de inteligencia, ya estaba informado de los planes insurgentes y que había enviado a Chota un destacamento compuesto por 60 hombres al mando del capitán Benigno Alvarez y del teniente Zenón Noriega.
Eso motivó para que los rebeldes aceleraran sus acciones y decidieran tomar la ciudad de Chota como una voz de alerta a otros pueblos del Perú y a las fuerzas armadas que se habían comprometido.
Con 80 hombres bien armados, duchos tiradores, hombres de Benel, salen la noche del 19 de noviembre de 1923 por el camino de Chugur, rumbo a Chota, a donde llegan a las 6 de la mañana del día 20. El jefe militar coronel Alcázar dispuso que Eleodoro Benel (hijo) tomara la Subprefectura y las oficinas de correos y telecomunicaciones. Que Juan Fernández atacara al cuartel, (cárcel de la ciudad donde estaba la tropa). Que Neptalí Díaz atacara desde la plaza del mercado y que César Asenjo estuviera listo para auxiliar al grupo que lo necesitara.
El tiroteo agarró desprevenidos a las tropas gobiernistas y luego de la sorpresa respondieron con fuego continuado. Pero frente al ataque de los rebeldes y al verse cercados los gobiernistas levantaron la bandera blanca y se rindieron. Habían 04 muertos y muchos heridos.
El encargado de hacer llegar la rendición fue el gobernador don Miguel Coronado. El subprefecto Martínez fue hecho prisionero. El capitán Alvarez herido de una luxación y el teniente Noriega fueron hechos también prisioneros y luego dejados libres para viajar a la capital. La tropa también fue licenciada previa arenga de Alcázar, para que si quieren, se uniera a las fuerzas rebeldes que buscaban acabar con el oprobio y la tiranía.
Las armas de los gobiernistas fueron repartidas entre los mozos más eficaces de Benel.
Juan D. Vigil, autor del interesante libro “Benel, Caudillo Andino”, de quien extraemos estos datos, dice que al despacho del coronel Alcázar se presentaron dos personas de apellido Villalobos y Herrera, diciendo que deseaban autorización para abrir las puertas de la casa del hombre más acaudalado de Chota, don Catalino Coronado, Presidente de la Comisión Vial y quién se enriquecía con el sudor de los pobres que recibían socorro (adelanto) para trabajar en las haciendas cañeras de la Costa. Alcázar les respondió que “la revolución no quería cometer atropellos sino luchar contra la inmoralidad y el entreguismo de Leguía”.
Al día siguiente la efervescencia de la población era total. Los hombres hacían cola para engrosar las filas rebeldes. Los primeros en acudir fueron los alumnos del Colegio Nacional San Juan. Luego de ser anotados en un registro eran asignados a un grupo, el problema era que faltaban armas.
Por otra parte los gobiernistas huyeron de la ciudad o se refugiaron en el campo, entre ellos el médico Hermógenes Coronado Vigil, que siempre fue un destacado leguiísta.
Los Lanchinos.- El 22 de noviembre a medio día, hacían su entrada a Chota un grupo de hombres armados, montados en buenos caballos, briosos, bien enjaetados, con buenos aperos, y con herrajes de acero hacían resonar las calles empedradas, eran los lanchinos (de la campiña de Lanche en Cutervo). Causaron un gran alboroto en el pueblo y luego fueron rodeados por cientos de curiosos. Los lanchinos al mando de los hermanos Anselmo y Tadeo Vásquez y del Cojo Flores fueron muy bien recibidos y aceptados para engrosar las fuerzas rebeldes.
Así los insurgentes, rápidamente engrosaron sus filas con voluntarios de diferentes pueblos de la región, hombres que llegaban deseosos de luchar contra el gobierno de Leguía y que inmediatamente se ponía a las órdenes del coronel Alcázar.
El doctor Arturo Osores que se encontraba delicado de salud, recibe un telegrama en clave del comité de Lima, diciendo que las Fuerzas Armadas habían desistido plegarse al movimiento. Esta noticia, sorpresiva, aparte del desconcierto que causó fue difícil de explicarla, ya que, en realidad, no se sabía si el engaño era del comité de Lima o de las Fuerzas que se comprometieron.
Sin embargo, en tales circunstancias, no cabía otra alternativa que seguir adelante en espera de algún acontecimiento favorable.