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Un Amarillo de Rondas

By 8 de abril de 2011Narrativa5 min read

UN AMARILLO DE RONDAS

Óscar Vílchez Llatas

En una de las muchas estancias campesinas de Chota, donde se organizaron las famosas Rondas Campesinas, con el fin de vigilar y defender sus propiedades del acecho de los abigeos y otros delincuentes comunes; existía allí, un campesino ocioso que les hacía la vida imposible y se oponía sin razón a los servicios de ronda, pretextando entre otras cosas: estar enfermo, luego que éstas estaban contra su Biblia y su gobierno y por último sacaba el pecho diciendo que él tenía garantías a su favor, porque un militar era su tío, el subprefecto su cuñado, los abogados sus compadres, el juez su primo carnal, y otros argumentos.

Los ronderos cuánto hicieron por ablandar su corazón y contar con su apoyo: pero Pánfilo, “El amarillo”, confiado más en sus amigos de la ciudad, se resistía tercamente. Agotada ya la paciencia, los campesinos dijeron haberse “llenado el almud” y decidieron sacarlo con medidas de fuerza al fresco amarillo que criaba a pierna suelta sus animales y sembríos a costillas del resto de sus hermanos que con la ronda venían garantizando la honradez y tranquilidad en el lugar.

En el silencio de una noche, Pánfilo, su familia y hasta los perros dormían adentro sosegadamente; y cuando uno de los ronderos acercaba los nudillos de su mano para tocar la puerta, otro oportunamente lo impidió y les dijo: Miren, que tranquilamente pastan por ahí los animales, ¿Qué les parece si los llevamos lejos haciendo un simulacro de robo? Todos satisfactoriamente con una venia aceptaron la propuesta y cautelosamente dos ronderos se hicieron cargo del arreo del ganado.

Cuando la manada estaría lejos, el resto de ronderos, escondidos dentro de los montes, tiraron una piedra al techo de calamina que despertó a los dormidos. Pánfilo se asustó y limpiándose las legañas, sacó su cabeza por entre las abras de la quincha y relinchó gritando: ¡Felipa, una gran flauta! ¡Levántate! Tal vez tú veas mejor, lo que es yo no lo veo a los animales…

Felipa, landa landa, rápidamente sacó la cabeza, hizo sus pucheros y después se puso a llorar y a llamar a sus vecinos lastimeramente:

Uy, uy, uyuuu, uyuyu, ¡Vecinos… favor… lo han llevao los bacshas a nuestros animalitooos! ¡Hurra, perros!… ¡Hurra, bacsheros! Uy, yuyuy uy.

Pero los perros más que ladrar, sólo jurapaban y aullaban como pa´muerto, por lo que de amargo el Pánfilo, de una sola patada lo desmayó a su perra “Pañuela”… y con su Felipe, lamparín en mano, salieron topete topete, donde fueron sorprendidos por el ¡Alto! de las rondas de turno, al que Felipa respondió agitada:

De favor taititos, déjenos pasar, los bacsheros lo acaban de llevar nuestros animalitos… ¿no me lo han visto pasar puacá porsiaca?

No, Felipa, no (respondieron los ronderos). Eso les pasa por “amarillos” y orejones ¡Sigan con su suerte! ¡Sigan su camino!

Pánfilo, cabizbajo y meditabundo, se había puesto el sombrero más gacho que de costumbre y sólo pudo responder: Gracias hermanos, gracias… Y la Felipa con su tonada plañidera rompió a llorar:

Ay mi vaquita canchilla, ay mi toro barroso, ay mi burro dominguero, ay mi carnero cachudooouu

Cuando ya aunsita, aunsita la mañana, buscando por el camino del “Pedregal”, se encontraron con un comerciante y su piara de mulas que traían contrabando de aguardiente, al que llorando, le informaron sobre sus pérdidas y éste les calmó diciéndoles:

Por las razones que me dan, seguro de ustedes son unas güishas, vacas y toros que están al pie de unos higueros, cerca al potrero de don Florencio Pacherres.

Contentos, los dos agradecieron y partieron en buen trote, llegando la Felipa a divisar  sus animales, reunieron luego al ganado, que secretamente estaban siendo cuidados por los ronderos ocultos tras unos troncos.

Sin embargo Pánfilo, a su vuelta, tuvo que pensar muy en serio sobre su nueva vida: o seguir manteniendo su vano orgullo aislado de los demás o seguir el camino de las rondas por el bien de todos… Además su mujer, siempre le encaraba que por su mala cabeza y haraganería de no hacer una nochecita su turno de ronda a la semana, están siendo mal vistos por todos los vecinos del lugar. Y en esa misma mañana, el matepesar de su conciencia más se inclinó para las rondas y Pánfilo fue el primero en hacerse presente en su próximo turno, fue recibido con abrazos y considerado como antes ¡Un hemano!.

Rvta. “Wayrak” Nº2; Pág. 10

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