Cinco viajeros viajamos
al tibio valle serrano:
van en noche oscura y fresca;
luciérnagas alumbrando
Muy abajo se oye un canto,
más triste que la agonía;
-¡ay, voces roncas y agudas,
que cantan en noche fría!-.
Allá lejos se oye el río,
que baja arrastrando todo…
¡ay, las vueltas del camino,
nos llevan de cualquier modo!
Enormes peñas se yerguen
como monstruos enlutados;
los mulos saltean piedras
en los recodos cansados.
Las zarzas erizan zarpas
Que abren surcos en el alma,
Por donde brotan nostalgias
De adioses hechos ya lágrimas…
De rato en rato las voces
Se apagan tras las laderas;
Hasta que al voltear un nudo
Frente a frente nos guasquean:
Son dos cholos los que cantan:
-la primera es voz aguda;
que va unida en triste “llanto”
a no entonada segunda-:
“¡Y hoy que estoy convencido
lo que es la vida del hombre,
viene la muerte y lo acaba,
y queda solo su nombre!”,
dice la ‘voz del camino’
que, en voces aguardentosas,
inunda la medianoche
con sus notas monotónicas…
,Cuando llegamos hasta ellos
se paran; nos miran; callan
luego siguen cuesta arriba
chacchando su copla amarga.
Van sus ponchos abrazados
enjugándoles las lágrimas;
llevan alforjas de penas;
-¡sombreros a la pedrada!-.
Sus machetes, en las piedras,
bordonean la “pechada”
y, el llonque arranca al paisaje
sentimientos y metáforas…
Luego, llegamos al río
que -cual puma acorralado-
ruge, crispando burbujas
en su cauce destrozado.
Y, el murmullo de las aguas
-en lo profundo del ande-
borra la voz de aquel dúo,
que en la cumbre ya se expande:
…¡Es el Chotano, empedrado
de truchas y de ahogados;
que va a morir a la Selva,
pañuelo de los nevados!
…Empezamos a ascender
los peñascos de la banda;
frente han quedado los cholos,
arreando copla larga.
Nuestros mulos –despeados–
van bebiéndose la noche
rumbo a algún pueblo serrano
de las provincias del Norte.
Y –mientras nos remontamos
acollarando los cerros-…
de aquel triste del camino
nos queda… solo el recuerdo.
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