I
Los caminos van y vienen,
los caminos se apresuran
en su afán
de encontrar su ciudad.
Uno rompe el corazón invertido de una mole
otro azuza el horizonte
con su ascenso,
pero por cada cumbre que muere
una cima nace luego.
II
Las posadas
recogen sus fatigas
en las tardes elásticas
las sombras anudadas
hacen de lecho al viento que olvida ser flautista
las alas ya no cortan las seda de los aires
los trinos ya no escurren de las ramas galantes.
Y el camino en su marcha
sigue, sigue,
en conquista de tierras;
el amor de la luna, que es su dulce linterna,
sigue, sigue…
III
¡Cuántos dolores comulgan
los caminos
en su muda,
interminable esperanza!
Cuánto sudor, cuánta sangre liban.
Cuántas almas en las cercas
prisioneras quedan.
¿Y no serán los guijarros
corazones que cansados
han caído?
¿Si un recodo no habrá
de acoger al mío?
IV
Los caminos son anchos, los caminos son fáciles
y la ruta más amplia se aletarga en el llano:
pero la tierra es dura y la hierba que nace
bajo los pies termina.
¡No quedan las huellas
son tantos los que pasan!
Las gotas piadosas se confunden y extinguen
sino en lodo se tornan.
El germen perece sin encontrar su vientre…
Los caminos son anchos, los caminos son fáciles,
pero yo me desvío para ir por el campo
donde quede siquiera
la muestra de un paso.
«El Cantor de Chota»
![]()