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El Gallito Ciego

By 7 de abril de 2011Narrativa4 min read

EL GALLITO CIEGO

Walter E. Gavidia Benel

En un bullicioso corral vivía un gallito viejo y ciego llamado “Ajiseco”, quien no había hallado mejor razón a su vida que alimentar y cobijar bajo las chocitas de sus alas caídas a cuanto pollito desamparado encontraba.

Cierto día una copetona gallina que pasaba frente a él cuchicheó a sus amigas: miren cumitas, ahí está otra vez “el clueco”, me pregunto ¿si sabrá tejer también con los palillos? Y se rieron burlándose de él.

¡Esto no puede continuar así exclamaron escandalizados los achorados gallos, ¡No, faltaba más entre nosotros “un gallo gallina! Lo cogieron por debajo de las alas y lo levantaron en peso, diciéndole: tu actitud es una afrenta al honor de los pitones y las crestas, un mal ejemplo para nuestros hijos. Y haciendo ollita, ollita, mantequerita: a la una, a las dos y a las … tres, lo lanzaron ¡fuera! El gallito ciego cruzó la quincha de corral cayendo aparatosamente lejos.

La polvareda se elevó tanto como las risas, el gallito enderezó su magullado pico en el suelo y luego de encontrar sus oscuros lentes, se puso de pie sacudiendo frenéticamente sus plumas maltrechas, esquirlando la tierra: ¡Bueno, tal parece que aquí no me quieren, será mejor que me vaya para siempre!

Justamente cuando terminaba de decir esto, …. Ga, … ga, … ga, cacareó doña Rebérvera, alosa gallina que vigilaba desde lo alto de un sauce. Todas las aves del corral la miraron ante su voz de alerta ¿Qué querrá decirnos?, se preguntaron, pero … ga, … ga, … ga, seguía diciendo ¡Para colmo, a la tartamuda le tocó turno! ¿Qué querrá avisarnos? Alguien por allí dedujo: seguramente estará tratando de insultar al “gallo raro” gritándole también “gallo gallina”, pero no le sale, en fin qué nos importa.

Mal pensaron las aves, pues unas alas rapaces ya tejían en el cielo. ¡Ga … Gavilán!, al fin se escuchó el aviso completo, pero la sombra cayó más rápido que el miedo, atrapando entre sus garras a Claudia, la gallina más gorda. ¡Auxilio, auxilio! Gritaba en vano. En esta situación de riesgo la consigna era: ¡Sálvese quien pueda!

Los achorados gallos, quienes decían ser muy machos, corrían tan asustado, que hasta la piel se les había puesto de gallina.

Al escuchar “Ajiseco” el tremendo alboroto, cruzó ha vuelo el encarrizado y corrió a tientas hasta donde gritaba la gorda, picó aquí y nada, picó allá, tampoco; en banda se iba la furia, hasta que al fin se afirmó en el extraño plumaje y ¡Crast! Estallo su relámpago revuelo como en los mejores tiempos, el ushún zumbó en la oreja, el puntapié cayó certero. ¡A ver si con esto aprendes plumífero aguileño! Fue suficiente, el gavilán huyó más nublado que el cielo, orbitando en sus mareos.

Desde entonces todos quieren ser amigos del gallito ciego, los pollitos lo admiran y respetan por valiente y tierno. Ahora recién comprenden que él es de raza fina, “un gallo de pico”, un “veterano de guerra” y que nunca deben juzgar a los demás por las simples apariencias. Y esto es verdad y no miento, y como me lo contaron en Chota, lo cuento.

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