* En nuestras últimas visitas a Conchán y a su Biblioteca Municipal, nos encontramos de pronto con un libro que nos parece fundamental para los nacidos en este hermoso e importantísimo distrito ecoarqueológico de la provincia de Chota; nos referimos a «CASOS Y COSAS DE MI TIERRA», publicado a fines de los noventa por el Profesor ÓSCAR GERARDO CAMPOS ALVA, hijo ilustre de este pedacito de Patria. De este libro, pletórico de historia, geografía, tradiciones y costumbrismo, extraemos en esta oportunidad un poema, que pinta de cuerpo entero al autor, y una crónica del río Conchano en sus horas más felices.
CUANDO YO MUERA
El día que yo me muera
que me entierren en Conchán,
aplanen mi fosa duro, duro,
y no salga, a dar afán.
Para avisar a la gente,
que toquen una agonía,
las que asustan, o dan pena,
en la noche, o en el día.
Cuando me lleven a enterrar
que no dejen de plañir,
las campanas de mi iglesia
que así, da gusto morir.
Sobre mi tumba no quiero,
lápida, ningún aviso,
sólo quiero que me pongan
una cruz hecha de aliso.
Después mis huesos volarán,
como de nuestros gentiles,
de Cruzconga a Quillishpampa,
del Ojo’lagua a la Rinconada.
Para hacerles recordar
a los hombres de mi pueblo,
que no deben olvidar
su historia, nuestro acervo.
A mis amigos les pido,
que no dejen de llevar
los primeros de Noviembre
algo para recordar.
Una mujer hecho «Bollo»
con sus tintes de colores,
porque yo, después de muerto
no olvidaré mis amores.
Un plato de cuy con papas,
un locro de chipche verde,
mi sancocho, mis humitas,
y mi Dios, que les recuerde.
Pa’ponerme a jaranear,
un cuartito de aguardiente,
para dar mis serenatas
un cumpa para cantar.
Arriba también hay jarana,
con quenas, bombo y tambor,
me contó, de buena gana
un difunto desertor.
No quiero que por mÍ
broten lágrimas de sentimiento,
hagan coro, versos canten
para irme, feliz, contento.
EL CAUDALOSO RÍO DE CONCHÁN
El caudaloso río Conchano, que nace de las entrañas del cerro Chilinche, a tan sólo dos kilómetros de la población, hasta la década del 60 era caudaloso, desde su nacimiento, bajando imponente, con sus espumas blancas, daban la apariencia de un ramillete de flores en su paso por las verdes pampas, se aquietaba, tranquilizante, acariciado por las ramas de los sauces que cual guardianes lo acompañan flaqueando sus orillas y que en sus recodos iban formando las tan conocidas «lagunas», que se les atribuía «buenas» o «malas», creo que según las condiciones que estas presentaban a los bañistas, clavadistas y buceadores.
Recuerdo como las «lagunas buenas», la del Marco, del Membrillo y de la Arena, apropiadas para bañarse y para pescar, con anzuelo, porque para pescar con lanza de alambre, tenía que ser a las orillas o partes no muy profundas, en donde levantando las piedras sorprendíamos a las «llushcas» y con una certera lanzada atrapábamos al pez.
Entre las «lagunas malas» teníamos la de tras de la Iglesia, en la curva de ña Gerónima, de la Colpa y de la Chonta, por cuanto eran peligrosas para bañarse y pescar, porque tenían fama de atrapadoras del «ánimo» y espantar, «asustar», además tenían peligrosos remolinos.
Auque a muchos les cuesta creer, pero en las caudalosas y trasparentes aguas de ese río, habitaban lobos de agua, estos lindos animalitos de color negro cenizo y de un pelo brillante sedoso, eran muy tímidos y escurridizos, tal vez presagiando su exterminio, que a la larga se dio y a estas alturas no existen.
Por la década del 40 se da un caso muy lamentable, con personas que caían al río, unas salían ilesos y otros morían (estos casos también se dieron en años anteriores pero como no tenemos referencias fidedignas, no nos ocupamos mayormente).
Uno de los casos que recordamos, se dio con el niño Jesús Uriarte Delgado (hijo de don Turco, cariñosamente) este se cayó al río a las orillas de la calle Porvenir, fue arrastrado hasta la curva de La Tacshana en donde lo rescataron con vida (vive aún en Pampa Grande – Chongoyape).
En otro caso se dio con la niña Dolores Requejo Guevara, que se cayó del puente y después de 200 metros fue rescatada por el joven César Campos Alva.
El tercer caso se da con el niño Juan Guevara Marín, que se cae en la playa tras de la iglesia, pero desgraciadamente por lo cargado y caudaloso que se hallaba el río en esa temporada, se logró rescatarlo a tres kilómetros más o menos, pero sin vida.
Y el cuarto caso que nos tocó presenciar, fue con el niño Escalante Guevara (no recuerdo su nombre), hijo del guardia Matías Escalante, que cayó del puente pero fue rescatado a pocos metros de distancia con vida (aún vive en Estados Unidos) siempre y desde allí manda saludos para sus «salvadores».
En las décadas del 40 al 60, recuerdo llegaban periódicamente bandadas de garzas blancas, que posaban a orillas del río, las quebradas y las ciénagas, quizás porque en esos años se da un caso muy singular, gran abundancia de peces de la variedad «truchas» que en algunos casos llegaron a medir hasta 70 y 80 centímetros, con un peso de 3 a 4 kilos.
Pero que también se dio su exterminio, tal vez dependió de tres factores: La pesca indiscriminada e irresponsable, con anzuelo, dinamita, machete y hasta bala, por gente sin escrúpulos y hasta las autoridades, gobernador y policías entre otros. En otros casos tal vez los lobos y las garzas, contribuyeron en su exterminio.
Pero lo más probable fue la desviación de las aguas del río a la cuenca del Pacífico, la Costa, que no sólo terminó con los peces, sino que le quitó prestancia y belleza al paisaje, se restaron los cultivos con regadío; y a cambio de todo esto ¿qué nos dieron? ¿qué recibimos en compensación? Absolutamente nada: Las autoridades de esa época tienen la respuesta.