Saltar a contenido principal

Las Merucas del Gringo Stal


 

Consigno este apartado en el presente escrito porque considero conveniente expresar, en unas cuantas líneas, mis recuerdos respecto a la actividad comercial que el gringo Stal mantuvo con la panadería chotana.

El gringo Stal llegó a Chota, me parece, después de la Primera Guerra Mundial. Se apellidaba Stal, así a secas; nadie sabía su nombre ni por qué llegó a Chota.

Era alemán y llegó acompañado de su paisano el señor Carlos Ecle. Este último tenía su quinta en la curva de la carretera que sale a Chiclayo, frente a Corepuquio. Poseía un molino accionado por un motor petrolero, en el cual los chotanos mandaban a moler la chochoca y el pepián. El encargado de operar el molino era el gringo Stal, quien además de realizar esta tarea cultivaba hortalizas y árboles frutales.

El gringo Stal terminaba su tarea diaria a las cuatro de la tarde. y después se acicalaba para salir a la ciudad. A todo esto, refiero que mis padres tenían una bodega muy bien surtida de mercadería. En este establecimiento mi papá había colocado en un rincón una pequeña mesa con una silla para atender al gringo Stal cuando llegara a la tienda (como su primer paso a la ciudad) a eso de las cinco de la tarde.

Conocedor del temperamento del gringo mi padre me había instruido como atenderlo. Apenas se sienta, me había dicho, le llevas dos merucas (panes hechos con harina gruesa de cebada), una porción de queso duro y un cuarto de aguardiente de caña con cascarilla. Y le atiendes de inmediato porque el gringo es amargo

Y así lo hice diariamente a las cinco de la tarde cuando llegaba el gringo Stal. Recuerdo que mientras comía hablaba un poco en alemán que yo no le entendía nada, y que después de comer se levantaba, dejaba una moneda de medio sol y salía hablando en su idioma.

En aquel entonces yo tenía diez años de edad, y era palomilloso. Una tarde quise jugarle una broma al gringo, y, en lugar de servirle merucas le serví semitillas. El gringo dio un golpe con la mano en la mesa.

¡Esa no vala!—exclamó molesto (quiso decir que esa semitilla no era su meruca, no valía).

Su rostro se había puesto rojísimo; y esa fue la primera y última vez que me burle del gringo.

Mi propósito con este párrafo es contarles que el gringo, habiendo tan deliciosos panes chotanos, prefería las merucas, posiblemente porque en Alemania había comido panes de similar sabor y textura. Debo agregar que el gringo Stal dejó descendientes en Chota.

Loading

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

Comentarios